viernes, 10 de abril de 2015

Los ganadores de los Cuentos del Taller de Empatía y Solidaridad son....



 .-  “Santiago el Empático”. Autores: Javier Almeida Tamayo y Santiago Vives Marín de 2º ESO.

.- “Mirando al futuro”. Autoras: Lidia Ahibar, Cristina Muñoz y Alina Mª Panturu de 3º ESO.

 “Los ladrillos desaparecidos” de 2º ESO  D, cuyas autoras son Clara, Casandra y Nerea, quedaría el tercero pero sin premio en material didáctico.

 Se ha premiado el relato considerado más  solidario, coherente, con título  positivo y  un original diseño de portada. Este es el resultado de las votaciones de los cuentos de los alumnos de la ESO en el IES El Caminás de Castellón de la Plana.
Se pasó una parrilla para que todos, profesores que iban a valorar los cuentos y alumnos que los elegían en clase, pudieran tener el mismo criterio a la hora de votar el que más se acoplaba al título del taller.
Las portadas están en el pasillo de acceso a la sala de profesores.

Gracias por la participación, especialmente al grupo de FP Básica de Comercio que colaboró de buen grado con su profesora Nieves Baena en la votación.

Se explica, a continuación, lo que se planteó a los alumnos. Era el resultado del trabajo de grupo en dos clases de tutoría. En general, continúan la historia de un cuento que está inconclusa, siendo ellos mismos los protagonistas. Pueden hacer variaciones a su gusto. Se habla de varios cuentos en todas las clases pero se orienta como sigue:

1º y 2º ESO: 
Se  leyó o resumió el texto siguiente de Fernando Aramburu. “EL ladrón de ladrillos”,  que aparece en el libro Textos literarios para la educación emocional como animación a la lectura:
“Mariluz García vivía en un pueblo de 200 casas. Al despertarse, todos los vecinos se dieron cuenta que a cada casa le faltaba un ladrillo y de vez en cuando, se caía una. Al cabo de un año solo quedaban 100.  Todos los vecinos vigilaban las casas de noche haciendo turnos y encendían las luces de todo el pueblo pero no encontraban al ladrón de ladrillos. Muchos se fueron a la escuela a vivir. A Mariluz le gustaba ver las estrellas. De repente, vio un ladrillo desaparecer y lo siguió en silencio. El ladrón tenía una capa negra  y  una carretilla llena de ladrillos; se quedó dormido y, cuando  despertó, se llevó un buen susto al ver a Mariluz. Se puso a llorar y le contó la historia …. “

3º y 4º  ESO: 
Pueden inventar el principio y/o final del cuento “Los niños perdidos” de  Edward Curtis, incluido en la Antología: Cómo se salvó el mundo y otros cuentos indios. Esquimales de Alaska.  
El título que  aparece en el manual Textos literarios para la educación emocional es “Robos de comida”, y el  fragmento, el siguiente:
“Cuando nadie miraba, los niños robaban un poco de carne. Al día siguiente volvieron por más carne. Y de este modo evitaron morirse de hambre. Pero al final, al cabo de muchos días, los habitantes del pueblo empezaron a preguntarse quién robaba su comida. Y se enfadaron mucho.
Un día en que la gente se había reunido para celebrar un banquete, los niños les oyeron hablar sobre la comida robada. Tal vez algún pájaro o animal salvaje había descubierto su almacén. Nadie lo sabía con seguridad.
Llamaron a un hombre de medicina. La gente le pidió que usara sus poderes para descubrir quiénes podían ser los ladrones. El hombre golpeó su tambor y cantó con voz fuerte, y luego anunció: «No puedo saber nada. Aquí no hay animales extraños, sólo seres humanos. Vuestra comida deben de haberla robado seres humanos. Quizás hay extranjeros por aquí cerca.»
Entonces llamaron a otro hombre de medicina. Su poder era muy grande. Gritó con fuerza: «Vuestra comida la roban dos personas. ¡Están allí!» Entonces la gente vio a los dos hermanos. Pero no podían creer que dos niños hubieran robado tanta comida. Y, por consiguiente, volvieron a pedir ayuda.
Esta vez vino una mujer de medicina. Era vieja y su poder era el más grande de todos. Ordenó a la gente que regresara a su casa. Cuando todos se hubieron ido, dijo a los niños: «¡Venid! Mis poderes espirituales me dicen que debo tomaros conmigo. Os protegeré y os daré de comer.»
Los hermanos permanecieron dentro de la casa hasta que casi fueron adultos. Se convirtieron en unos jóvenes fuertes y aprendieron juegos atléticos, pero no se les permitía salir de la casa…”

Aunque el  cuento ganador del primer ciclo ya estaba publicado en el blog, transcribimos ambos cuentos ganadores, a continuación, con sus portadas.

Mirando al futuro 



          Había una vez cinco niños que andaban tranquilamente por el pueblo haciendo trastadas y destrozándolo todo. Estos niños habían tenido una infancia terrible: sus padres decidieron abandonarlos y dejarlos a merced de la suerte.
            Un buen día, cuando los vecinos del pueblo estaban cansados de que los niños destrozaran los huertos y demás, los reunieron y la jefa del pueblo habló:
_ Niños, debéis dejar que os ayudemos. Estamos cansados y esto no puede ser, no lo podemos permitir…
_ No sois quién para mandar sobre nosotros_ contestaron los niños.
_ El Sabio y  yo os ayudaremos porque eso es repugnante y no podemos permitir que ensuciéis el nombre de este pueblo, sois escoria,_ añadió un señor.
 Entonces, una mujer sabia, Cristina, dijo:
_ Ya está bien. ¿Quién pensáis que sois para hablar así a los niños? ¿No os dais cuenta de que los niños son el futuro? Déjadlos en paz. En mis 80 años de vida me han enseñado que hay que ayudar a quien lo necesita y no dejarlos caer a la primera de cambio, ¡por favor! Así que, niños, a mi cabaña, ya mismo, no saldréis hasta que seáis todos unos hombres de provecho, humildes y fieles.
            Así fue como la sabia del pueblo consiguió que la gente callase y no hablase mal de los niños.
            Pasaron 9 años y los niños no salían de la cabaña. La anciana les dio amor, cariño, cobijo, comida, bebida y todo lo que un niño necesita para vivir y ser feliz.
            Los simples niños de 10 años ya tenían 19 y las ideas de vandalismo desaparecieron de sus cabezas.
            Gracias a la vieja sabia, estos niños aprendieron a leer, escribir y ser personas de buena fe y no volvieron a hacer nada malo.
            El pueblo, o lo que quedaba de él con el paso del tiempo, pidió disculpas a la sabia por subestimarla y a los niños por todas las cosas malas que les dijeron. Ahora eran un buen partido y Lidia, Alejandro, Manuel, Elisa y Miriam fueron felices gracias a Cristina, la mujer más sabio del mundo. ¡Hay que ser buena persona! 
 
   Santiago el empático
 
  Al oeste de la aldea india Kukushumushu, se encontraba el pueblo de Munir. Un día, dos niños, que eran hermanos, decidieron irse de su casa porque estaban siendo maltratados y llevaban varios días sin comer. Tras atravesar el desierto rojo, llegaron al pueblo indio de Kukushumushu, donde vieron un huerto con hortalizas y decidieron comerse toda la comida.
         El hermano mayor, Suki, era un niño extrovertido, valiente, empático, agradable, simpático, de una edad de 13 años y una estatura de 1,60 metros. En cambio, su hermano pequeño, Carlos, era todo lo contrario; le daba vergüenza todo, era un niño muy callado, pero simpático y educado. Al ver aquel huerto, los dos hermanos decidieron comerse toda la comida, aunque Suki sabía que lo que estaba haciendo no era lo correcto, pero el hambre podía con él. Arrasaron el huerto y tenían que ir pensando dónde iban a pasar la noche. Suki tenía miedo a la reacción que iba a tener el pueblo al ver que habían robado toda la comida; por eso, decidieron pasar la noche escondidos en un bosque alrededor de la aldea.
         Al día siguiente, el pueblo acudió a Santiago, el sabio de la aldea, para informarle que habían robado la comida. Este era un hombre alto, de una edad de 40 años aproximadamente, con un buen físico y extremadamente empático. Al escuchar lo sucedido, Santiago imaginó que rondaban lobos por la zona, pero esa misma noche, divisó a dos niños con la ropa rasgada que estaban robando comida del huerto. Al ver esto, comenzó a conversar con ellos:
- ¿Hola?
- ¡Por favor, no nos haga daño!
- No os haré nada. ¿Y vuestros padres?
- Nuestra madre murió, y nuestro padre nos maltrata, y no nos da de comer, por eso nos hemos escapado de casa.
- Muy bien, acompañadme.
         Santiago acogió a los dos niños en su casa, pero les puso una condición: que no saliesen de casa y que aprendieran juegos atléticos. El viejo sabio entrenaba a los niños día a día en el patio de su casa, y observaba como con el tiempo se hacían más mayores.
         Veinte años después, los dos hermanos se proclamaron campeones de la India en atletismo; los dos niños, pobres y maltratados, eran más felices que nunca.



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